Insistir en la perseverancia y la paciencia se han vuelto temas recurrentes en mis sesiones de MAC. Pareciera que, por un lado, tenemos celeridad para que todo llegue rápidamente y cuando no sucede así, nos desanimamos, abandonamos lo que perseguíamos buscando nuevas oportunidades y, por el otro lado, la procrastinación también nos impide concretar nuestros objetivos. Demandamos prontitud y aún así postergamos sin darnos cuenta de que son estos comportamientos los que paralizan nuestro crecimiento, aletargan nuestras habilidades y empantanan toda posibilidad de crecimiento. Sin darnos cuenta, comenzamos a sentirnos cómodos ahí donde lo único que pasa es el tiempo. Creamos un círculo vicioso de desasosiego, queja y diferimiento a la par que emergen cuestionamientos de por qué las cosas no suceden para nosotros igual que para otros quienes sí avanzan.
Ante estos temas, en las sesiones, mi respuesta también recurrente es DISCIPLINA como la única forma de romper con estos nocivos hábitos.
Así, modificamos nuestros patrones de conducta a través de la creación de métodos sistematizados, tomando también en consideración criterios individualizados, pues lo que funciona para uno, puede no funcionar para otro. Aun así, la disciplina es la directriz que se conserva inalterable como esa resolución por esforzarse cada día sin parar hasta convertir el círculo vicioso en virtuoso. “La práctica hace al maestro” suelen decir muchos, pero considero que es la firmeza la que nos permite ser consistentes para luego volvernos expertos.
No es un camino fácil, tampoco expreso. Si bien los resultados no se dan con la inmediatez que hoy quisiéramos, sin lugar a duda se va construyendo, paso a paso, un comportamiento estructurado que siempre, siempre agrega valor en nuestra gestión.
Al final del día somos nosotros quienes decidimos el rumbo y elegimos cambiar o no lo que no nos gusta. Sólo es nuestra la prerrogativa de crecer.