¿Podrías decirme cuál es tu ikigai? Si no tienes la respuesta, te invito a compartir conmigo esta maravillosa aventura de descubrirte.
Trabajar para empresas japonesas me ha llenado de grandes satisfacciones y anécdotas maravillosas que conservo como parte de mis mayores tesoros. Convivir con una cultura tan distinta a la nuestra y poner atención a esas diferencias me permitió lograr entendimiento y cercanía con personas hoy entrañables a quienes conocí a lo largo de mi paso por estas compañías.
Fascinada por su cultura, el idioma, la comida, encontré también una filosofía y conceptos aplicados al trabajo como los sistemas de mejora continua y calidad, kaizen, “muda, mura, muri”, las “cinco eses” y el “ikigai”, que he aprendido y aplicado profesional y personalmente, convencida del beneficio que representan en mi vida.
Así como me sentía atraída por esa maravillosa cultura, de manera similar en mis viajes y juntas de trabajo, me gustaba hablar de mi país y mis raíces. Recuerdo haber escrito un artículo para nuestra revista global, donde hacía una comparación entre nuestro día de muertos con el día en que también son horados en el Japón: Urabon-e. Mis clases de japonés en línea eran un respiro de aire fresco y luego en el Instituto Cultural Mexicano Japonés en Coyoacán todos los sábados me acercaban más a comprender nuestras divergencias. Como no existe la letra “L” mis jefes me decían Aruma-san y así se escribía también en katakana. Soy curiosa y aprendí más al hacer preguntas e involucrarme en todos los detalles, como probar la comida favorita de mi jefe que resultó una delicia (omurice se llama). Comíamos en algún lugar cerca de la oficina o pedíamos un obento que es una caja dividida en secciones con diferentes porciones de preparaciones exquisitas. Por mi parte, yo también compartí, entre muchas otras cosas, unos deliciosos chiles en nogada que fueron muy apreciados y que cada septiembre disfrutábamos en un pequeño café de la avenida Reforma.
Estos años de intercambio cultural inspiraron en mí la posibilidad de crear, de innovar, de transformar y gracias a todos los modelos aprendidos, decidí crear mi propio método de ikigai al que llamé: Mirar hacia adentro.
¿Cuál es mi razón de ser o mi propósito? ¿Puedo empezar desde cero? ¿Cómo es que he aprendido a reconocer lo grande de las pequeñas cosas? ¿Cómo he podido liberarme de las ideas preconcebidas y me he atrevido a romper paradigmas y posturas empañadas? ¿Lo que hago brinda armonía a mi vida? ¿Estoy en el aquí y en el ahora? Estos cuestionamientos son importantes para empezar a transitar por el camino que te acerca a encontrar tu propósito en la vida.
¿Conoces tu ikigai?
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